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VIAJE AL REAL DE SAN JOSE DE BASIS.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Hacía años que no veía a un mayate, (escarabajo volador verde Cotinis Mutabilis) estoy seguro que ahora en día, muchos niños ni los conocen, quizás les ganó la contaminación, nosotros de chiquillos les poníamos un hilito en una de las patas y los hacíamos volar en círculos, al mismo tiempo corríamos asustando a las niñas, ahora se, que nada mas fingían estar asustadas pero bueno. Estaba pensando esto y otras cosas, mientras tomaba la foto en la ribera del Río Remedios abajo de la Quebrada de Basís.

Habíamos llegado el día anterior como a media tarde con un grupo de turistas del centro de México, mismos que andaban maravillados después del descenso, se la habían pasado admirando las vistas espectaculares de la Quebrada y dándole gracias a Dios por estar todos completos pues la bajada tiene sus momentos de estrés.

No me acuerdo donde comimos, pero ya abajo en el Valle de Remedios, pasamos por Sapioris y sus hermosas huertas dominadas por el imponente cerro del “Tacotín”, cruzamos el río por un vado bastante interesante y visitamos al antiguo pero pequeñísimo poblado de San José de Basís.

Este pueblito fue fundado en 1630, aun cuando es posible que el Jesuita Italiano Pedro de Gravina hubiera andado por ahí desde 1623, pues se tienen reportes que se fue a vivir con los Indios de las “Sierras de Yamoriua” por esas fechas y no se sabe bien si fue en el Valle de Remedios cercano a Basís o fue en el Piaxtla donde se instaló. Según dice Peter Gerhard en su libro “La Frontera Norte de la Nueva España”, en 1745 eran tan pocos los indígenas que habían sobrevivido la conquista y las enfermedades que trajo consigo, que los indios de Yamoriba y Humase pasaron junto con su misionero a Guarisamey en la Quebrada del Piaxtla y el pueblo indio de Basís dejó de existir como tal, para convertirse en una ranchería de mestizos. La región estuvo medio abandonada por unos cuantos años hasta que como todo, un día vio la luz y se descubrió en 1761 una veta rica en plata que hizo que la población aumentara de 200 a 594 para 1765. Para su mala fortuna, no duró mucho este auge y en menos de diez años se agotaron los principales yacimientos y nuevamente cayó típicamente como suelen hacer estos pueblos mineros, a solo 289 habitantes.

Su iglesia recientemente remozada sigue los patrones de las misiones de aquella época, austera, de adobe y decorada con algo de cantera, sin embargo tiene su encanto y bien vale la pena visitarla. En su interior, en un altar de cantera de varios cientos de años encontramos a San José de Basís rodeado de flores. No sabemos si este es el original o ya es una figura contemporánea pero de todas maneras tiene sus fieles que lo veneran en su día.

El campamento la mayoría de las veces cuando vamos, lo ponemos debajo de una gran higuera o así les llaman a unos árboles gigantescos de por acá abajo, nos gusta para aprovechar la gran sombra que da durante el dia pero en esta ocasión también nos protegía un poco de la lluvia pero aun cuando era temporada, a la hora de la cena que por cierto estaba riquísima nada mas nos cayeron unas gotitas y el resto de la noche, con el cantar del río y la luna delineando la Quebrada, estuvo maravillosa.

En la mañana dimos una caminata por los alrededores de Sapioris saludando al Maestro de la escuela y cruzando por un puentecito colgante el arroyo que baja desde Vencedores visitando a nuestros vecinos amistosos que llenos de hospitalidad nos regalaron mangos y limas que por supuesto estuvieron deliciosas.

En el camino de regreso otro susto en “el Frunce” y aún nos quedamos una noche mas en las excelentes cabañas de Vencedores que no me canso de recomendar.Ahí visitamos las cascadas y tuvimos oportunidad de fotografiar la del Tecolote que no es la misma que la de Vencedores pero también está bonita.

En fin, el viaje estuvo fantástico pues en estos recorridos de aventura suave se tiene mas oportunidad de ver el paisaje ya que en una aventura extrema vas concentrado en tu actividad y no puedes ni voltear para los lados. Nos fue bien de regreso a Durango y poco a poco nos fuimos acostumbrando a la civilización nuevamente.

 
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