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CARNAVAL EN TAYOLTITA.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Pues una de las cosas a las que nunca hemos podido decir que no, es a una invitación o excusa para ir de viaje a la sierra, así pase lo que pase tenga uno compromisos o no, cuando se trata de ir a la sierra nos vamos y así paso hace unos días. Se trataba de llevar a el maestro Alonso Villareal V. y su grupo de danza mexicana “Tierra Mestiza” por parte del ICED donde nos quedamos de ver muy temprano un domingo por la mañana y ya para las ocho de la misma íbamos subiendo por la autopista, ahí por donde se divisa Cieneguita, antes estación del tren donde vendían una ricas gorditas para el desayuno, se tardaba el tren como una hora para llegar a este punto.

Todo iba bien, al “Desorden” (así se llama el autobús) le venía monótonamente ronroneando la máquina a sus habituales decibeles, haciendo sus ruidos, rechinidos y golpeteos ya conocidos, y se puede decir que en poco tiempo llegamos al crucero de Coyotes para seguir por la muy deteriorada carretera que lleva a San Miguel de Cruces, sólo rodamos en ella 30 km. hasta Santo Domingo, donde voltea uno hacia la izquierda para agarrar el camino de terracería que lleva a Tayoltita, nuestro destino.

El tramo de camino entre este minúsculo pueblito, que me imagino es cabecera de ejido, y otro más o menos por las mismas que se llama “Flechas”, siempre ha estado en pésimas condiciones, pero cuando pasamos por este último y el camino siguió igual, pero de malo, entonces nos preocupamos un tanto. Ya 4 horas después y solo habiendo caminado unos 58 km. de los 120 km. que íbamos a recorrer para llegar a la remota Tayoltita, llegamos a San Luis Villa Corona y en un restaurantito de esos de la sierra paramos para descansar aunque fuera poco tiempo. Al llegar a un comedor en la sierra nunca debe uno desaprovechar el momento para comerse o unas gorditas o unos burros del guisado que tenga la señora, pues estas cocineras serranas tienen un sazón excelente y aun cuando no se tenga hambre, probar estos deliciosos platillos vale la pena.

Ya eran las 12 del día, cuatro horas de camino y todavía íbamos a la mitad de la horrorosa travesía, resulta que la tierra que le echan a los bordos de estos caminos por el continuo tráfico y la tremenda sequía (no ha llovido desde septiembre del año pasado), esta tierra se ha convertido en un finísimo polvito que adquiere inclusive algunas propiedades de los líquidos, pues se mueve igual y deja a las piedras de la base de la vía al descubierto, haciendo de este solo un montón de las mismas arrecholadas ahí más o menos y lo llaman camino. Claro que varias preguntas nos vienen a la mente: 1. ¿Por qué no le dan mantenimiento al “camino”?; 2. ¿Dónde están los recursos para arreglar el “camino”?, 3. ¿Cuándo van a construirles un verdadero “camino” a esta gente para sus traslados?. O sea, que estamos hablando de toda una región, un municipio con todo y su cabecera municipal con un “camino” de tierra espantoso que parecería que fuéramos a un ranchillo por ahí sin chiste. La verdad es que esto es una injusticia.

Lo bueno es que está tan bonito el paisaje que al rato te medio acostumbras a ir brincando como tonto, respirando puro polvo y mejor se pone uno a disfrutar de estos lugares verdaderamente hermosos que tiene nuestra tierra Durango. Pasamos por Huachichiles, uno de los pueblos más agradables del trayecto y subimos hasta la “Tableta”, un ranchito de tres casas donde precisamente vive Doña Epifanía, una de esas súper cocineras de la sierra. Este ranchito está en las faldas del Cerro del Huehuento que con 3100 mts. de altura sobre el nivel del mar, es uno de los puntos más altos de Durango y todo el norte de México. Aquí el “Camino” pasa por casi los 2900 mts. de altura snm., y la vegetación es como de cuento con pinos altísimos de diferentes verdes, encinos que en este tiempo agarran una coloración de tenues rojos y ocres, los madroños ya retoñados, impresionantes en su conjunto.

La otra es que al norte del “Camino” puede uno divisar la imponente Quebrada del Piaxtla que corre de oriente a poniente con una profundidad que si tomamos que vamos a manejando a 2900 mts. snm., y el río del Piaxtla va corriendo en lo más bajo a unos 500 mts. snm., con una sencilla operación matemática de esas de las que (que bueno que fui a la escuela), resulta una Quebrada de 2400 mts. snm. Una de las más profundas de nuestro Estado.

Ya pasando el ranchito de Doña Epifanía, se inicia la súper bajada, pasando por el pueblo de “Cebollas”, más adelantito los “Frailes”, unas peñas bastante grandes y luego la cosa se pone emocionante tanto para el “Desorden”, el chofer y todos los pasajeros, pues el “Camino” inicia un descenso impresionante en tres series de “W”s donde las curvas son tan cerradas y estrechas, que llega uno volteando todo el volante a la mitad de la curva, le metes reversa al camión para agarrar más ángulo y luego otra vez para adelante pasando a un ladito del precipicio, de tal forma que cada vuelta es un suplicio y van acompañadas de un “ay Diosito” por aquello.

Ahora hay que decir que como los pasajeros eran artistas, en realidad se la pasaron medio divertidos jugando que al “Caras y Gestos” de películas, animales, hombres ilustres, contando chistes y qué se yo, así que por ese lado que bueno. Allá como a las cinco, después de la última serie de curvas, finalmente con 9 horas de camino llegamos a Tayoltita y aun cuando veníamos a un carnaval, nunca nos imaginamos que era en realidad un “Carnaval” y todo mundo estaba en la calle festejando.

Tayoltita, que es una ciudad pequeña bastante antigua, cabecera municipal de San Dimas, localizada en terreno muy agreste como toda la región de las quebradas y por lo mismo solamente tiene dos calles que van a lo largo de su traza, una de oriente a poniente y otra de allá para acá por decir algo, o sea que nosotros entramos en el autobús y teníamos que atravesar por la calle principal (la única) toda la entidad de poniente a oriente con todos los ciudadanos de carnaval pero al estilo Mazatlán con las bandas estilo Sinaloa tocando a todo, la gente incluidos los chiquillos bailando y confrontándose en una guerra, pero una guerra de espuma, (así fuera la de Calderón) si, de espuma de esta que se compra en aerosol. Así que íbamos en el camión abriéndonos paso entre la muchedumbre en medio de una guerra de espuma de la que como éramos el blanco más grande, fuimos literalmente acribillados, pero con espuma a tal grado que ni ver la calle se podía. Ahora medio que se ríe uno pero en el momento ya no sabía qué hacer.

Lo bueno fue que conseguimos estacionamiento en la calle principal, donde pudimos ver el desfile de “carros alegóricos”, las reinas, princesas y todo el contingente de guerreros de espuma que venían detrás de estos echándole espuma a desde bisabuelitas, abuelitas y compañeros, señores y señoras, chiquillos de meses, chavalada y hasta perros y gatos. Era en serio. En realidad fue muy buena sorpresa la que tuvimos, pues de hecho este es el único carnaval al estilo Mazatlán o Veracruz, claro guardando sus comparaciones, que se efectúa en todo el estado de Durango y es de dar gusto que aún se conserva esta costumbre que según preguntando por ahí, se lleva a cabo desde que se tiene memoria.

Del regreso mejor ni decimos nada, ya que fueron 8 horas y media del mismo suplicio pero sin expectación, solo íbamos de regreso a casa después de una gran fiesta. Por ahí nos vemos.

 
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