Yo no se ustedes pero este domingo pasado se me hizo muy difícil quedarme languideciendo en la cama y después de un café Córdoba Veracruz doble me fui a pasear hacia el sur de la ciudad. Enfilé por la avenida Domingo Arrieta pasando los flujos viales que de repente se antojan un poquito exagerados de semáforos (seguro estaban baratos) pero logré el todos verdes por alguna razón y en el primer entronque que sale a la derecha “de aquí palla” di la vuelta rumbo a “El Pueblito”.

La carretera es de muy baja velocidad que no está mal para ser domingo pues todo mundo va con su familia de paseo y el tráfico es pesado, además son varios los ciclistas recreativos que transitan por esta vía así que hay que tener cuidado sobre todo en la tarde cuando se regresa todo mundo, algunos con unas cheves de más, pero a medio día, se me hizo tranquilo el trayecto.

Son sólo unos cuantos kilómetros antes de llegar a los primeros puestecillos de comida y algunos restaurantes de grandes vuelos. En los primeros establecimientos tanto económicos como más caros, la gente se mostró un poco agresiva al grado de no dejarme tomar ninguna foto, que ya los tenían hartos los de la prensa. Sin embargo no todos se portaron “regiegos” y más adelante por el camino algunos de los puesteros, gustosamente posaron para la foto.

Aquí se encuentra comida y bebida para todo los gustos y posibilidades económicas, unas ricas carnitas recién salidas del cazo, elotes cocidos de los que crecen por aquí en esta temporada, y por lo que son famosas las señoras de “El Pueblito”, unas deliciosas gorditas del guisado que usted prefiera: de rojo en picadillo, deshebrada, nopales, verde en chicharrón, rajas con chile, frijoles con queso y otras variedades que todavía se me hace agua la boca nada más de escribir sobre ellas.

Adelante está el pueblito de “El Pueblito” ahora si que ni modo con lo de la redundancia, con su iglesia antigua y a mano izquierda un paraje del río muy visitado, pero si te sigues a la derecha como 7 Km. más, después del poblado de “El Durazno” hay algunos lugares para comer, pero lo más interesante es que aquí venden bagre y lobina, las dos especies muy buenas y fresquecitas de la presa que está adelante.

La presa Guadalupe Victoria llamada así en honor al primer presidente de México y oriundo de Tamazula, Durango fue terminada en 1942 y almacena 81,032 millones de metros cúbicos de agua de muy buena calidad, tanto así que se ha pensado en que puede ser fuente de agua potable para la ciudad en un futuro cercano, mientras tanto lo es de diversión a lo lindo para los durangueños y visitantes a nuestra ciudad.

Tengo que admitir que al ir llegando a la presa como que se siente uno en un guantanamito chiquito (el de Bush) por tanta alambrada que pusieron, me imagino que para protección no se de quién, pero una vez pasando las compuertas en un rincón rodeado de altas paredes de piedra, está una romería de pintorescos establecimientos de comida, donde se venden unos cocos frescos muy apetecibles juzgando por la cantidad de gente que estaba comprándolos y otra vez las “gorditas” y muy en especial en el puesto de Doña María Luisa que no se daba a basto para surtir los pedidos que le hacía la gente.

En este pequeño espacio en comparación con la inmensidad del paisaje, se pueden hacer varias actividades resaltando la de los paseos en lancha, ahora si muy bien organizados con buenos botes y salvavidas para los pasajeros, a un precio de 20 pesos por persona, lo cual se me hizo muy razonable.

Claro ya habíamos comentado anteriormente que si tienes tu lancha pues órale, puedes venir a esquiar pero si quieres algo más tranquilo, la pesca es muy buena opción y según me platicaron los capitanes de las pangas, se sacan pescados de muy buenas dimensiones, nada más que como todo tiene su detalle y en este caso se requiere saber donde echar el anzuelo.

No nada más hay que hacer actividades en el agua sino que también puedes rentar unos caballos, que por cierto lucen bastante saludables, pues se veían bien comidos y no son de esos que te da miedo subirte no vaya ser que no te aguante.

Y si es que te gusta caminar, hacerlo por la orilla de la presa es un paseo que resulta muy reconfortante con unas vistas increíbles del vaso de la misma.

A media tarde después de una muy agradable excursión solito pero ni modo, inicié mi regreso a la ciudad, dejando a la figura de Guadalupe Victoria aplaciblemente mirando el horizonte.