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RUTA HUICHOL II
HUAZAMOTA DE LOS TEPEHUANOS.

Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Nos habíamos quedado en que a las autoridades indígenas locales no les ha molestado mucho la inaccesibilidad de sus regiones,  pues la verdad es que entre menos mestizos anden por ahí rondando, mucho mejor. El camino de malo en peor sube del mezquital por terreno más o menos parejo pasando por San Juan Viejo, una hacienda bastante antigua ya totalmente en ruinas y aparte del esfuerzo que venían haciendo los ciclistas por  la carretera que súbitamente se convirtió en terracería,  no hay ningún dato sobresaliente de que hablar,  hasta que llega uno a la sinuosa bajada hacia San Miguel de Temoaya, donde nos tomamos una foto.

Allá a lo lejos se logra divisar a Temoaya que es célebre por el buen mezcal que ahí se produce y que en años anteriores cuando el camino estaba de plano intransitable, era bastante difícil de conseguir ya que solo algunos lo bajaban a Durango. Temoaya también es famosa,  ya que por  los años 1920 y tantos los cristeros de esta parte del país al grito de “Viva Cristo Rey”,  hicieron de ésta, su cuartel general y los bandidos y facinerosos era muy comunes en estas tierras, cabe mencionar que esta Guerra medio Santa y decimos medio porque la mitad andaba por motivos religiosos y la otra por otras razones como el hambre, tierra, identidad y sobrevivencia entre otras,   tuvo un costo terrible de más de 250 mil muertes en todo el país según Jean Meyer y los Tepehuanos de Durango,  pagaron parte de esa factura de sangre junto con las que les cobraron en los múltiples levantamientos  antieuropeos,  siendo el más notable,  la rebelión de los Tepehuanos de 1616.

Ahora varios cientos de años después,  Temoaya es un pueblito de más de tranquilo, donde solo se oye el zumbar de las moscas al volar curioseando por todos lados y lo más trascendente del lugar, es una bonita iglesia de estilo muy austero  dedicada a San Miguel. Nuestro viaje continuaba y después de comer y agarrar sombra un rato, nuevamente pedaleando,  salía todo nuestro contingente de catorce ciclistas en sus jacas de acero y aleaciones variadas,  por un camino polvoroso que después de unas cuantas subidas y bajadas una de ellas la más intensa, finalmente nos llevaría hasta las profundidades de la Quebrada del Mezquital y su muy maltratado río. Era ya de tardeada y decidimos acampar aquí a un lado de un puente de reciente construcción,  que por años fue uno de los impedimentos para que este camino se usara de manera regular.

Esta hermosa quebrada con sus fácilmente 2,600 mts. de desnivel, es posiblemente la más profunda del estado y un honroso segundo lugar a nivel nacional, atrás de solo  una barranca de Oaxaca que tiene más de 3 mil metros de profundidad, pero en lo que la Quebrada del Mezquital gana un primer lugar en el país y quizás internacionalmente, es que tiene la particularidad de que en su accidentado curso,  buscando la salida al Océano Pacifico, parte la Sierra Madre Occidental literalmente en dos, al iniciar su cauce en  la cuenca hidrológica de San Pedro,  la más extensa del estado, misma que está en el lado oriental de la Sierra Madre Occidental y que es alimentada por los ríos del Tunal y la Sauceda cercanos a la ciudad de Durango,  que luego al convertirse en el Río Mezquital,  tiene que cortar la sierra en dos para salir al Pacífico. Hasta ahí todo está bien y tanto el río como la quebrada son maravillosas pero  aquí sale a flote uno de los grandes problemas de México y es el de la contaminación.

Andábamos ahí en el puente vacilando, comentando el día y buscando donde hacer el campamento,  cuando nos dimos cuenta de un olor tenue, pero no muy agradable que venía del río y hasta entonces nos acordamos que este es un cauce muy contaminado,  pues aun cuando baja de la sierra más o menos limpio,  una vez que pasa por la ciudad de Durango con plantas de tratamiento totalmente inoperantes y por una recicladora de cartón que antiguamente era una procesadora de pulpa de madera y que hace más de 20 años acabó,  al contaminar sin ningún recato,  este importantísimo río de Durango y de México.

En la mañana salimos muy temprano pues si el día anterior habíamos disfrutado un largo descenso,  ahora en este día íbamos a pagar el precio de bajar y bajar,  pues teníamos que volver a subir otra vez al nivel promedio de la sierra que es por estos lados como 2,600 mts. sobre el nivel del mar.  En bicicleta cuando bajas la gravedad te ayuda a conseguir velocidades hasta de 60 o 70 km. por hora en terracería y un poco más en pavimento,  pero cuando se trata de subir,  esa misma fuerza de la naturaleza la gravedad te estira a la inversa hacia abajo y el pedaleo  rápidamente se transforma, en una sensación muy cerca al sufrimiento y así continuamos toda la mañana hasta que llegamos a La Candelaria,  un poblado de importancia en la Sierra Tepehuana del Mezquital.

Se acostumbra uno a llegar a estos pueblos y que todo mundo se extrañe de tu arribo,  no es para menos, unos tipos  y mujeres en lycras de colores fuertes con casco de marciano, lentes oscuros, guantes y bicicletas como jamás habían visto, causan expectación y lo mismo pasó en la Candelaria, varia gente se nos arremolinó, unos de curiosos y otros como una viejecita buscando un doctor (no hay servicios de salud), los chiquillos con bicicleta pasando innumerables veces enfrente de nosotros, pero todos en buena lid, preguntando qué onda y nosotros lo más amable posible preguntando también por donde continuábamos el camino, una coca cola, una latita de atún de lonche, buscamos recargar agua pero el pozo para el agua del pueblo estaba expuesto a los animales domésticos, lo que es una buena manera para contagiarte de tifoidea, así que después de una rato de cargar baterías nuevamente,  salimos así como habíamos llegado, pedaleando.

Era el segundo día y no era precisamente muy fácil el camino,  seguíamos subiendo y los ochenta kilómetros de recorrido se dejaron ver,  al llegar a un pobladito llamado Las Espinas,  donde acampamos en el patio de la escuela unos minutos antes de que se metiera el sol y el frío hiciera su presencia, también arribaron unos compañeros Tepehuanos con un pliego petitorio creyendo que éramos del gobierno,  pero agarraron bien la onda y después de platicar  un poco de sus carencias,  se retiraron riéndose de su equivocación.

Otra vez temprano en la mañana, un café súper cargado, un cerealito sencillo y nuevamente a darle duro, en lo que sería uno de los días más difíciles del recorrido. No caminamos mucho en este caso pedaleamos un ratito,  cuando divisamos a uno de los descenso más grandes que hemos transitado, desde arriba muy arriba de la sierra madre occidental hasta abajo al antiguo pueblo de Huazamota. Casi se podía ver todo el camino hasta allá,  si no fuera porque el humo de los incendios forestales estaba al 100%. Aquí el kilometraje era solo de 30 y tantos kilómetros,  pero en cuanto llegamos abajo el calor era tal que causó varias bajas entre la raza y algunos se tuvieron que subir al autobús de aventura pantera “El Desorden”.

En cuanto llegamos al mítico pueblito y vimos una rica tinaja de agua fresca del río sin siquiera titubear,  nos echamos de chapuzón a la misma, unos chiquillos Tepehuanos nos siguieron y en un momento ya estábamos haciendo competencias de haber quien se echaba la bomba que más agua sacara del charco. Unas vacas que obviamente tomaban agua de este lugar se pusieron  pacientemente de espectadoras y aun cuando no aplaudían se podía ver que se les antojaba la diversión, así parecía pues.
En eso estábamos haciendo relajo cuando una familia Indígena,  una pareja, la suegra (allá también sufren de eso) y un niño  se acercaron al otro lado del río a lavar ropa, , pero cuán grande sería nuestra sorpresa cuando el hombre de la familia,  se puso a lavar la ropa mientras la señora y su mamá (la suegra) campantemente platicaban, lo cual prueba sin duda alguna,  que en todos lados hay mandilones,  aun en la cultura Tepehuana con todo y sus fieras raíces y que la mujeres nos traen con la cobija arrastrando,  también en estos inhóspitos lugares. Que tristeza.

Huazamota es un pueblo chico pero muy antiguo,  ya que en 1530 ya andaba Pedro Almendes Chirinos parte de la expedición de Niño de Guzmán,  por estas tierras nada menos que 25 años antes de la conquista de la Nueva Vizcaya y sorpresivamente en 1539 ya se habían sublevado en lo que sería la primera rebelión antiespañola por parte de los Tepehuanos en  estas tierras. Su iglesia por cientos de años monumento a la represión europea en la región (ahora ya no tanto) es totalmente de estilo austero con una torre achatada muy interesante,  aquí podemos ver la fecha de 1584 cuando los compañeros indígenas se despachan a tres misioneros (no entendían que no eran bienvenidos) y una de 1711 que marca la visita de un religioso importante, como dato complementario tenemos que Valentín de la Sierra famoso líder cristero con corrido y película,  al parecer también era de Huazamota.

Anduvimos buscando alguien que nos pudiera cocinar algún alimento sustancioso y amablemente nos atendió una sencilla familia con una cocina increíble,  donde una viejecita nos hizo tortillas hechas a mano en metate y un guiso delicioso, llevábamos ya dos días sin comer algo rico. A la gente en Huazamota se le puede ver la sangre de su raza,  las mujeres y sus hombres tienen una mirada profunda seguros de si mismos y aun cuando la riqueza no es precisamente su fuerza pues son muchos los faltantes, se ven personas sólidas orgullosas de su tradición. Continuará...

 
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