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TIERRA DE HUICHOLES Y NA´AYARIJS PARTE III.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Dice el dicho que después de un buen taco un buen tabaco, pero en este caso ni taco, ni tabaco,  ni siesta que era lo más interesante de los tres y , otra vez salimos (le dijo la mosca al burro) pedaleando en  un sol de media tarde con temperaturas de medio día en una región que ya ha sido señalada en ocasiones como una de las más calientes de la república, el camino de un polvo finísimo que penetra todo de unos 20 centímetros de profundidad y digo profundidad porque asemeja tanto al agua que todo lo que le falta es estar fresco. En realidad el terreno aquí en comparación a la sierra madre se puede decir que casi es plano y solo algunas colinas de tamaño medio interrumpen el paso presto de los ciclistas que aun en aquel sol de más de candente se esforzaban por continuar a nuestro próximo destino intermedio, la misión jesuita de San Juan de Peyotán.

Este interesante lugar fundado en principio por los Franciscanos en 1604 para después abandonarlo (los corrieron los Coras y Huicholes) hasta 1722 cuando  es retomada por los Jesuitas y fundan la Misión de Santa Rita o de San Juan Peyotán como la conoce la mayoría de la gente. Fue el jesuita Joseph de Ortega quien como ya lo había hecho en las otras misiones jesuitas de la Sierra del Nayar, el que construye el templo y casas reales, sin embargo al ser expulsados en 1768 son los Franciscanos de Jalisco los que nuevamente toman la misión y continúan con la evangelización que por más de 50 años había continuado,  desde que se había decidido  reducir a los indígenas de esta región (Coras y Huicholes) por medio de la espada ya que todo lo anterior había fallado (1717).

Desgraciadamente de la Iglesia no queda nada pues la derrumbaron unos túneles hechos por mineros debajo de la misma y como andábamos nosotros con el calor y todo,  ya no veíamos nada.  Acabábamos de dejar nuestro estado y entrado al estado de Nayarit,  tierra de Huicholes y Na´ayarijs, el sol de la tarde rápidamente se nos estaba escapando y la urgencia se apoderaba de la excursión, sin embargo, ante la inclemencia de la temperatura, al pasar vimos una tiendita atendida por una Huichola que tenía bolsitas de plástico llenas de agua de sabores congeladas (no eran paletas) y definitivamente no pudimos pasar sin dejarle vacío el congelador.

Para estas horas, era evidente que una buena parte de los ciclistas ya estaban tronados (cansados) pero se decidió proseguir para cumplir con el itinerario del día y aun cuando ya llevábamos más de 70 km. y el astro rey estaba por decirnos adiós (solo por la noche) y de hecho cuando llegamos al entronque del camino que viene de Canoas y la región Huichola,  ya de plano nos agarró la noche y decidimos continuar con lámparas y las luces del camión, solo hasta La Guerra,  pueblito de por ahí y acampar a la orilla del río.

La noche se caracterizó por  un verdadero torrente de innumerables rebuznos de burros a quienes al parecer,  les ganamos su dormidero pues toda la noche estuvieron dando lata. Al día siguiente, el tercero del recorrido,  un tanto desvelados, solo tomamos café y continuamos nuestro peregrinar al pueblo de Jesús María.

Eran  los días de semana santa y aun cuando poco a poco se ha ido perdiendo el verdadero significado religioso de éstos y la mayoría de nosotros los usamos para vacacionar, en la tierra de los Tepehuanos, Huicholes, Coras  y Mexicaneros, la tradición todavía es la ley y los días santos son usados para la festividad de semana santa. Así que llegamos como dicen,  rayando el caballo a Jesús María pidiendo permiso para pasar rumbo a la Mesa del Nayar antes de que nos agarraran “Los Judíos”.

Este pueblo cabecera municipal del municipio del Nayar,  también fue misión Jesuita de por ahí de los 1720 y tantos,  con una iglesia en forma que ahora en tiempos modernos reúne a todos los Indígenas de la región,  (los más Coras) a la celebración seudo pagana de Semana Santa,  cuando no dejan pasar tráfico y los mentados “Judíos” indígenas pintados de negro y blanco con escasa vestimenta,  aterran a la comunidad que virtualmente queda al mando de esta turba. Nosotros conseguimos derecho de paso antes de quien nos diera de desayunar, para luego iniciar en ascenso una súper subida a la Mesa del Nayar.

El día anterior habíamos bajado como 1,500 mts. hasta Huazamota y ahora nos tocaba subirlos otra vez a la mesa del Nayar también misión Jesuita,  pero más que eso importante centro ceremonial Cora antiguamente la Mesa de Tonatui donde los europeos  al parecer en Enero de 1722 finalmente conquistan la Nación Cora y queman su principal trono y deidades indígenas para fundar la Misión de la Santísima Trinidad.

No nos quisimos acercar al centro del pueblo y seguimos adelante a la salida donde un Indígena Huichol amablemente nos ofreció su casa para poder salirnos del camino y comer más o menos en paz. Aquí aun cuando ya estás arriba de la sierra nuevamente el calor sigue insoportable y tomamos la sabia decisión  de hacer la siesta para dejar que el sol bajara un poco.

El tráfico del camino era intenso ya que los peregrinos de otras comunidades venían llegando en camiones a la “Mesa” para las celebraciones, pero nosotros en un desplante de energía continuamos lo que parecía una subida interminable, pasamos un paraje conocido como los duraznos donde hay muy buena agua en un arroyito pero continuamos pedaleando hasta casi la cima del camino donde acampamos en un bosque de encinos bastante agradable y con una vista verdaderamente hermosa. 

Nos levantamos muy temprano a una mañana de viernes santo, un desayuno sencillo subimos algunos kilómetros más para la cima donde por cierto los paisajes son de verdadero ensueño y agarramos una bajada exquisita pasando por pueblos Coras y Mexicaneros como Las Hormigas y El Naranjo donde no se nos molestó para nada,   pero ya en lo que podemos llamar abajo en la pura selva con palmeras, pericos y sonidos de película de Tarzán,   finalmente llegamos a un pueblito llamado El Venado donde los “Judíos” andaban bien organizados en un grupo como de más de cincuenta jóvenes (algunos chiquitillos) pintados de negro con machetes y garrotes que se nos vinieron de plano corriendo hacia nosotros.

La situación estaba al parecer bastante delicada y “el montón” con un líder que en sus manos traía algo así como un tejón o zorrillo disecado, el cual nos apuntaba con éste, toda la multitud alrededor de nosotros más y más cerca, cantando un como mugido gutural, “Mugh, Mugh, Mugh”, por decir algo,  hasta que un viejito de los mismos nos dijo así como en secreto “deles algo, lo que sea” y ya medio asustado,  saqué un billete de 20 pesos,  lo único que ya traía,  con lo que sorprendentemente,  se fueron contentos corriendo hacia otro automovilista que acababa de llegar a su retén religioso.

Vaya que susto, continuamos bajando y subiendo por ahí en un remanso del río ahora el San Pedro,  decidimos parar a comer y tomar el chapuzón de rigor que en esas tierras calientes y con los sustos a la mano en realidad que cayó de maravilla. Ya solo nos faltaba llegar al pueblo de San Pedro donde tuvimos otro encuentro con “Los Judíos” pero ya traíamos la receta que nos dio el viejecito y aquí por fin agarrábamos carretera después de casi trescientos  kilómetros de terracería.

Nuestro destino, el poblado de Ruiz se acercaba y después de rodar en caminos espantosos de tierra, hacerlo en  el asfalto ya sea en camión o bicicleta es algo estupendo y de no ser porque en el trayecto alguien se cayó tumbando a como quien dice el pelotón (ciclista) nada grave pues salió todo bien. Pasamos por Ruiz, ciudad pequeña de Nayarit parando solo para un refrigerio y continuamos al entronque con la carretera Tepic Mazatlán Ruta México No. 15,  donde dimos por terminado el recorrido en bicicleta. En total se habían pedaleado en números redondos 350 km en cuatro días como quien dice de sol a sol.

De ahí todos en el autobús de  aventura pantera seguimos nuestro camino a San Blas sin antes hacer un pequeño intermedio para cenar unos ricos taquitos en la plaza de Tuxpan,  llegando al puerto ya tarde la noche y para nuestra sorpresa,  aquello era un verdadero carnaval, varias bandas  tocando en la plaza, una multitud exagerada de gente riendo, cantando, gritando, las chavas ligando, etc.,   y nosotros en las callecitas entrando con el bus lleno de bicis, una bienvenida inolvidable para un viaje inmemorable. Por ahí nos vemos.
 
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