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INICIADO DEL BRONCE.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Después de la era de piedra, llegó la del cobre, y en seguida la del bronce, (90% cobre 10% estaño), estamos hablando de allá por los 4500 años antes de Cristo en lo que ahora es Tailandia, por los 3000 a.C. se descubrió en Grecia, oriente medio y Europa, luego un tanto tardío para ellos, los chinos hicieron el hallazgo o les llegó el conocimiento por los 1800 a.C. e inclusive en las Américas se le atribuye a la cultura Tiwanaku su innovación. Estas antiguas culturas de la pre-historia, usaron el bronce que era más duro que el cobre, en su mayoría para armas de guerra, pero también por sus características, fue muy útil en la manufactura de herramientas para el trabajo y ornamentos pequeños.

Los Hititas del Oriente Medio, inventaron el hierro alrededor de los 2000 a.C., pero no es hasta los 600 a.C. que este metal se introduce simultáneamente a Europa y otras partes del viejo mundo, dando por terminada la edad del bronce e inicia la del hierro, pero gracias a los Griegos nace la que ahora llamamos época clásica de la escultura, donde entre otras se usa el bronce, rescatándose del tema religioso e iniciando un estudio real del cuerpo humano con una libertad de movimiento total de tamaño natural y monumental, con obras que todavía ahora nos maravillan.

Afortunadamente en Durango miles de años después de estos descubrimientos y escuelas tanto de técnica como pensamiento, se puede decir la magia del bronce es perpetuada por algunos escogidos maestros por cuyas manos fluye el don del arte.

Este es el caso particular del Maestro Guillermo Salazar González nacido en 1949, en el pequeño pueblo de Damián Carmona en el municipio de Poanas, donde trascurre su niñez, aprendiendo a trabajar la tierra junto con su padre y gracias a que este tenía un horno de alfarería, se inició en el mundo de la transformación de arcilla que finalmente sería su destino.

A los 13 años de edad, desesperado por seguir su talento, se pudiera decir huye a Durango Capital donde acude a la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías de la Universidad Juárez del Estado de Durango tratando de ingresar a la misma y conoce al Maestro Francisco Montoya quien le pide una muestra de su talento, dibujando el entonces adolescente Guillermo al mismo Maestro Montoya como prueba, después de la cual es admitido como aprendiz en el taller de fundición de la escuela.

Varios años después ya como integrante del equipo de Montoya de la Cruz, surgen obras como las esculturas ecuestres del General Villa tanto la de aquí en Durango como la del cerro de la Pila en Gómez Palacio Durango, también realizan Juárez y el Estudiante que está en la Plaza IV Centenario, entre otras.

Es en el taller del Maestro Salazar donde estuvimos platicando de varios temas, entre ellos el de Historia de Durango, tema que lo apasiona, aquí también pudimos ver la técnica con que él trabaja, junto con su esposa Socorro Flores y sus hijos Guillermo, Cuautli y Cuauhtémoc, además de los proyectos que tienen en puerta como Don Guadalupe Victoria y el General José Maria Patoni.

El éxito del maestro sin lugar a dudas es atestiguado por sus obras, mismas que están en exhibición a través del mundo, inclusive en el mismo Vaticano con una escultura del Papa Juan Pablo II, de San Saturio en Soria España, además de una de tamaño natural de Don Quijote de la Mancha en ese mismo país, “El Rapto” en Washington, “Trilogía Marina” en Nueva York, “Capitán Francisco Sarabia Tinoco” en Nuevo México y Argentina y muchas otras, además de una infinidad de reconocimientos a nivel nacional e internacional pero entre todos estos, uno muy particular que le hace la poetisa Olga Arias, quien dedica el poema “Escultor” al maestro y que es editado por primera vez en la revista española “La Brocha” en Guijón, despertando así la curiosidad del público europeo por saber quien era Guillermo Salazar inclusive recibiendo invitaciones para visitar diversas universidades y lugares de Europa, es en parte a raíz de este poema a quien el Maestro atribuye su triunfo a nivel internacional.

Ya en su estudio, situado en el Cerro de las Palomas o del Águila como él lo reconoce, es donde podemos apreciar el don del arte del Maestro Salazar, ese regalo sobrenatural que solo lo tienen los “iniciados”, y que se manifiesta al verlo transformar con sus manos, la inerme arcilla (en este caso plastilina) a un semblante, al cual solo le falta acompañarnos en la plática, para brincarse al mundo de los que pretendemos estar vivos.

Por ahí nos vemos.

 
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