EL TEMPLO DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Aun cuando está situado en posiblemente la esquina más populosa de la ciudad (Pino Suárez y Pasteur), el Templo de San Miguel reúne las características de un templo tranquilo, apartado de todo el bullicio y tráfico que lo rodea. Curiosamente este templo durante su construcción tuvo una serie de infortunios, siendo el primero cuando la finca se derrumba sepultando a quien era su mayor mecenas llamado Miguel Espinosa; luego se intentó edificar nuevamente por parte del sacerdote Miguel de Urbina, que tampoco tuvo mucho éxito, hasta que el Obispo Benito Crespo designó cierto dote de un testamento para terminar su construcción durante su período como Obispo de 1723 a 1734, y claro, antes de morir en Puebla.

Según Atanasio G. Saravia, el templo en ese tiempo estaba extra muros de la ciudad y servía para enterrar los muertos cuando había alguna peste y no había lugar en la Catedral, pues todavía no se tenía designado un panteón y era costumbre sepultar a los expirados alrededor de las iglesias como todavía puede uno observar en el Tunal.

Ya muy después en 1911 se permite a los Carmelitas (Orden del Monte Carmelo), la posesión de la antigua capilla, misma que derriban totalmente para edificar una nueva quedando lista el 25 de marzo de 1912 según la fecha que está grabada en piedra en su frontispicio, cambiando su nombre a templo de San Miguel y El Carmen.

Un tiempo después regresa el templo a su antiguo nombre de San Miguel, su interior totalmente se abre a un espacio de paz y tranquilidad dando el altar mayor un sentimiento de profundidad y luz. Llama a la curiosidad en el nicho superior una imagen de San Miguel Arcángel muy bonita, además de otros detalles interesantes como ser parte de la visita de los siete templos de Semana Santa, por lo que lo invitamos a visitarlo.

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